Costa Rica
Instituto Costarricense de Turismo


Suplemento del ICT- Noviembre 24, 2002.
Año 1 - Número 6
 
El dulce sabor del trapiche

La existencia de los trapiches peligra, pero los que sobreviven son centros turísticos e incluso, algunos venden su dulce en Alemania

En las mesas alemanas y costarricenses hay un alimento en común. Es un producto azucarado hecho en Costa Rica que, al disolverse en agua caliente, produce una bebida oscura de rico sabor.

Se le conoce como dulce y ha estado por décadas en los hogares de los ticos, quienes hoy lo consiguen en polvo o en sólidos bloques circulares de regular tamaño conocidos como tapas.

El dulce es el ingrediente principal de esa bebida llamada aguadulce y uno de los más importantes en la elaboración de deliciosos platillos como diversas mieles.

Pero así como el dulce forma parte de la idiosincrasia del tico, el trapiche es una de las formas más puras de nuestro ser.

En él tiene lugar uno de los procesos agroindustriales de mayor tradición en el país, aunque se lleva a cabo con un bajo nivel tecnológico, sobre todo en las zonas rurales.

Este es, además, un sitio donde familias enteras encuentran su sustento económico y donde los abuelos, hijos y nietos contribuyen en las labores.

Esta actividad tiende a desaparecer pues en el presente quedan muy pocos. Un factor que amenaza su existencia es que las nuevas generaciones tienen escaso interés en continuar con esta tradición.

Pese a eso, algunos trapiches sobreviven. Uno de los pocos lugares en los que esa cultura prevalece es Piedades Norte, Bajos de la Paz, en San Ramón de Alajuela, donde unos trapiches son movidos por bueyes y otros con la fuerza del agua.

Varios más están en Escazú, Jaris de Mora (San José) y al menos siete de ellos venden su producto en Alemania, país que les paga un mejor precio por su dulce orgánico, sin químicos.

Otros son verdaderos centros de atracción turística, pues hasta ellos llegan viajeros deseosos de comer "perico", "sobado" y "espumas", respirar el vapor del dulce o conocer su proceso productivo.

Cuando esto sucede, descubren que en el trapiche nada se desperdicia: el bagazo se usa en la hornilla, las hojas de la caña para empacar tamugas y la cachaza para engordar cerdos y gallinas.

Los trapicheros aseguran que la presencia de los visitantes aliviana su trabajo porque lo hacen más agradable, y afirman que esa labor es ahora más fácil que antes.

"Hace muchos años el trapiche lo movía y se transportaba la caña con bueyes. Hoy un motor y un chapulín se encargan de esa labor. El dulce se envolvía en las hojas de la caña, pero ahora se usan bolsas de polietileno", aclara Evelio Arias, dueño de un trapiche en San Ramón.

Y así, entre los secretos del pasado y la fuerza de la modernidad, los trapiches costarricenses siguen endulzando la dieta de ticos y extranjeros.

¡Anímese a visitarlos y regale a sus hijos una experiencia inolvidable!